Durante esta semana, el regreso a clases ha generado una gran controversia en medio de un pico de pandemia y contagios considerable. Más allá de la “carta”, las indicaciones estatales, y las últimas indicaciones publicadas en el Diario Oficial de la Federación “Acuerdo para el regreso a clases 2021-2022”, las circunstancias de cada escuela, cada turno, cada colectivo escolar, cada zona, cada grupo, cada profesor, son tan diversas, que sin duda no hay guía de consejo técnico que pueda resolver cada situación específica que los docentes, alumnos y padres de familia, deben resolver para dar continuidad al aprendizaje escolar.
Mientras que en algunas escuelas el 80% de los padres han votado por regresar a clases presenciales, en otras ni siquiera hay plantel al cual regresar, por motivos de deterioro o falta de infraestructura. Hay planteles que no cuentan con el suficiente número de profesores para trabajar en condiciones normales, la plantilla de los temporales no se renovó, y tristemente, también ha habido bajas debido a los que por el tan temido virus han perdido la vida.
Sin duda es fundamental que cada centro educativo valore de forma minuciosa, inteligente y práctica, las condiciones sanitarias para el regreso a clases: quiénes están vacunados (personal docente, administrativo, intendente, padres de familia, etc.), si existen familias que son focos de contagio, qué recursos y formas se tienen a disposición para desinfectar aulas, con qué espacios abiertos se cuenta, cómo se puede organizar el distanciamiento social, cómo se encuentra la salud emocional de la comunidad escolar, qué protocolos se seguirán si alguien presenta síntomas, si existen personas en la comunidad que poseen factores de riesgo (obesidad, hipertensión, diabetes, etc.) y muchos aspectos específicos más.
Otra área a valorar, es los medios y el trabajo a distancia. La lista de recursos tecnológicos de la escuela, las familias, posibilidades de conexión, gastos de Internet que se pueden asumir, tanto desde la comunidad educativa como desde los hogares, cantidad y tipo de dispositivos, es indispensable. Asimismo, se debe hacer el recuento de las habilidades y grado de alfabetización tecnológica que los miembros poseen, uso de redes sociales, software, acceso a páginas educativas, a aulas virtuales o salas de videoconferencias, y otros aspectos.
Y he aquí la gran oportunidad de las definiciones y debates hacia la verdadera autonomía: las decisiones pedagógicas que cada centro escolar debe asumir, para lograr recuperar los aprendizajes que los estudiantes han desarrollado dentro y fuera de las aulas, durante este periodo de confinamiento. La actual condición sanitaria, ha obligado a la mayor parte de los docentes a buscar nuevas estrategias, formas de trabajo y comunicación diversas con los estudiantes y sus familias, uso de recursos múltiples para acercar los contenidos curriculares a los alumnos, y el uso de variados canales de comunicación. En este sentido, ninguna guía de consejo técnico, taller o autoridad educativa, puede definir por cada docente, cada grupo escolar, cada colectivo, cuál es la ruta de solución para fortalecer el aprendizaje, definir las estrategias metodológicas y de enseñanza, y por qué medios y en qué tiempos debe implementarse.
Superar la discusión sobre el asunto sanitario y de recursos tecnológicos, para centrarse en el debate académico y pedagógico, solo puede lograrse si los profesores no olvidamos nuestro papel fundamental de ser partícipes en el suministro de uno de los derechos humanos más relevantes: el derecho a la educación. Esto implica no solo la asistencia a una escuela (hoy más evidente que nunca), sino tener acceso a contenidos de calidad, actividades significativas que fomenten en el educando un pensamiento crítico, creativo, inteligente y capaz de participar activamente y mejorar su entorno.
Al respecto, la autonomía en las decisiones del colectivo, deberían tomar un lugar central para atender cada caso, alumno por alumno, y de forma grupal, para favorecer el mejor y posible avance en los contenidos curriculares. En estas decisiones académicas, deben estar:
- El análisis detallado de la situación académica y de aprendizajes de cada estudiante
- La situación familiar, emocional y social de cada alumno
- Un portafolio de sus producciones, ya sea en físico o digital acompañado de un análisis de sus avances
- Una revisión mediante ejercicios diversos, de sus capacidades de lenguaje y pensamiento matemático
- Acuerdos de acciones y actividades para fortalecer a los estudiantes en rezago en sus aprendizajes
- Acuerdos en el colectivo sobre metodologías didácticas (presenciales, a distancia, híbridas) y las formas de evaluación auténtica y formativa que llevarán a cabo
- Canales y medios de comunicación entre maestros, con los alumnos y con los padres
- Estrategias de trabajo, que independientemente de la modalidad (presencial, a distancia o híbrida) fomente el estudio dinámico y activo de las ciencias, las artes, la educación socioemocional y el desarrollo físico y salud de los estudiantes.
Cada colectivo escolar deberá medir, valorar sus condiciones, generar sus horarios y alternancias, determinar sus valores y formas de apoyar los momentos de duelo, promover la autoformación, ponderar sus recursos humanos, gestionar apoyos de la comunidad y los empresarios locales y, sobre todo, buscar la valía de cada estudiante y cada docente. Ningún plan de regreso a clases, podría generar lo que cada escuela necesita, lo que cada alumno deberá tener que signifique seguridad.
Comentarios recientes