Por Arelí Santillán
¿Manejar, controlar, expresar las emociones para qué? Sin duda muchos educadores, docentes, investigadores, padres de familia y sociedad en general, coincidimos que el uso adecuado de las emociones puede contribuir a una sana convivencia, y por tanto, generar mejores ambientes de aprendizaje. También, este manejo en lo individual, produce una mente sana, una personalidad integral que permite crecer y seguir aprendiendo de forma adecuada.
Esto nos lleva a un gran reto: ¿cómo enseñar a los alumnos habilidades emocionales si nosotros mismos no las desarrollamos? La perspectiva es demasiado amplia, y seguro todo ello suma: desde ejercicios de respiración, el uso de las artes, el conocimiento del cuerpo, la empatía, la meditación, la expresión… ¿por dónde empezar?
El mismo programa de estudios del modelo 2018, nos da unas pistas al respecto:[1]
La Educación Socioemocional es un proceso de aprendizaje a través del cual los niños y los adolescentes trabajan e integran en su vida los conceptos, valores, actitudes y habilidades que les permiten comprender y manejar sus emociones, construir una identidad personal, mostrar atención y cuidado hacia los demás, colaborar, establecer relaciones positivas, tomar decisiones responsables y aprender a manejar situaciones retadoras, de manera constructiva y ética.
Tiene como propósito que los estudiantes desarrollen y pongan en práctica herramientas fundamentales para generar un sentido de bienestar consigo mismos y hacia los demás, mediante experiencias, prácticas y rutinas asociadas a las actividades escolares; que comprendan y aprendan a lidiar de forma satisfactoria con los estados emocionales impulsivos o aflictivos, y que logren que su vida emocional y sus relaciones interpersonales sean una fuente de motivación y aprendizaje para alcanzar metas sustantivas y constructivas en la vida.
La Educación Socioemocional se apega al laicismo, ya que se fundamenta en hallazgos de las neurociencias y de las ciencias de la conducta, los cuales han permitido comprobar la influencia de las emociones en el comportamiento y la cognición del ser humano, particularmente en el aprendizaje. De ahí la necesidad de dedicar el tiempo necesario al aprendizaje y a la reflexión orientadora que favorezca el conocimiento de uno mismo, la autorregulación, el respeto hacia los demás, y la aceptación de la diversidad, ya que de ello depende la capacidad para valorar la democracia, la paz social y el estado de derecho.
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Podemos empezar entonces por identificar quiénes somos y respetarnos. Por ejemplo, hay mucho por hacer entre el diálogo entre profesores y familias. Los profesores insisten en que los padres no están haciendo su trabajo de educar en casa respecto a ciertos valores, respeto, responsabilidad, etc. Los padres o tutores también critican a los docentes de su trabajo en el desarrollo de los aprendizajes, su nivel de compromiso, entre otras cosas. Padres y maestros, han dejado de ser aliados en la educación de las generaciones. Si no frenamos la crítica y la culpabilidad constante, esta relación se deteriorará más día a día.
El escenario es complejo, sin duda la familia no está compuesta por los miembros “tradicionales”, ni se comporta como años atrás, por lo que no podemos asumir que la respuesta es que sean como antes, pues no sucederá. Así mismo la docencia vive cada vez más exigencias y retos, y es observada por muchos más actores sociales. Ambos viven escenarios difíciles e inciertos. Ello conlleva empezar por mejorar la comunicación entre ambos grupos, y tejer nueva alianzas, en contextos muy diferentes y nuevos.
Para la comunidad educativa — los maestros en particular—, esto puede representar una oportunidad para innovar y lograr el apoyo de las familias. Por ejemplo, un docente usa la práctica de enviar al menos una vez a la semana una nota de algún logro del alumno a casa y pedir una respuesta, preguntando a su hijo sobre ese logro. Es decir, se enfocó en lo positivo de los alumnos, y parece que hablar bien de los alumnos a sus padres tuvo un efecto alentador, tanto en los estudiantes, como en la mejora con la relación con los padres. Otra idea de una directora, fue colocar todos los días un muro en el exterior de trabajos realizados durante el día por los alumnos en la pared exterior que dice: “Busca mi trabajo de hoy”, y que los padres pueden apreciar al recoger a sus hijos al terminar la jornada.
Muchos padres no cuentan con el tiempo, las facilidades en el trabajo o la disposición (falta de herramientas emocionales) para atender de forma adecuada y madura a los estudiantes. Muchos profesores, viven situaciones similares.
No obstante, en la escuela hay muchas oportunidades. Educar en las emociones se relaciona con todas las asignaturas, campos y áreas, pues en todo momento se comparten espacios con otros, y sin duda, ello es relevante para la vida. Los docentes lidian con las emociones de sus alumnos todo el tiempo, y algunas ocasiones, por desconocimiento o falta de herramientas, se prefiere reprimirlas o ignorarlas. Pero siguen estando ahí presentes.
Pero como profesionales de la educación, lo cierto es que no podemos evadir la evidencia científica: a mejor manejo de las emociones y mejores relaciones con las personas que nos rodean, mejor rendimiento académico obtendremos. Para todos los que educan, padres y maestros, por tanto, se enciende una alerta sobre prepararnos y asumir que deberemos trabajar en ello. Este círculo pone algunas nociones del modelo 2018 que podemos empezar a estudiar con atención, y trabajar en nosotros mismos y en los estudiantes:
El programa mismo nos orienta sobre la necesidad de profundizar en las neurociencias, la psicología, entre otras opciones científicas para acrecentar nuestros saberes teóricos y prácticos sobre las emociones.
Si el afecto impacta tanto a la clase, y nos ayuda a disfrutar más el trabajo docente, vale la pena no solo ser un docente empático, sino desarrollar capacidades para serlo, técnicas, y estilos de enseñanza donde todos se sientan valorados, incluido el profesor.
Vivimos en una sociedad cada vez más poblada, y por tanto con más matices, formas de pensar distintas. Se hace necesario en cada centro educativo poder relacionarse con todos los sujetos que integran la comunidad de una manera armónica y pacífica. Cada subgrupo parece exigir (a veces de manera violenta) que se respete su cosmogonía del mundo, pero muchas veces estamos poco dispuestos a aceptar la del otro.
Tenemos mucho por aprender sobre cómo gestionar las emociones en la escuela y en la sociedad entera.
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