Por Arelí Santillán, socio de Innovación y Asesoría Educativa AC.
La evaluación de los aprendizajes siempre se traduce en una calificación para los estudiantes. Ya sea una estrella que se pega en la frente de los infantes, un nivel de estrellas, una letra con significado, una carita feliz, o una escala de números, pero el docente deberá traducir el juicio realizado al aprendizaje del estudiante, en un reporte de calificación.
Como profesor, seguramente has escuchado la frase en alguno de tus alumnos cuando le has notificado su calificación: “¡NO ES JUSTO MAESTRO!”. Y luego un silencio con mirada increpadora, y una lista de recursos argumentativos: “Yo trabajé más que fulano…Me esforcé más que el mes pasado…Estudié toda la noche…Me preguntó justo lo que no sabía, pero todo lo demás si lo sé, pregúnteme…Mi equipo no trabajó, pero yo sí…”. Y un inventario tal vez más creativo y largo para hablar sobre lo INJUSTO del valor que damos a los resultados de aprendizaje.
¿Cómo ser realmente justos al asignar una calificación a nuestros estudiantes? Consideremos algunos puntos:
- La evaluación debe centrarse en los aprendizajes esperados, es decir en los propósitos educativos de nuestra enseñanza. Esto implica que las actividades que proponemos a nuestros estudiantes a desarrollar deben permitirles construir evidencias de su aprendizaje. Si tus actividades no coinciden con los propósitos, es importante que corrijas inmediatamente y enfoques tu enseñanza, pues no se puede evaluar lo que no se aprende.
- Las actividades a realizar deben tener desglosados los criterios que deben cumplir, es decir, debe haber claridad en los indicadores que se están evaluando, no de forma calificativa, sino descriptiva, para que el estudiante pueda tratar de alcanzar o cubrir dichos criterios. En cierta forma, es por ello que las rúbricas ofrecen mayor precisión sobre lo que se espera que trabaje el estudiante.
- Las evidencias deben ser expresadas en diferentes soportes según la naturaleza del aprendizaje, por ejemplo, a veces es más conveniente explicar oralmente lo aprendido, en ocasiones se debe elaborar un reporte de laboratorio detallado, otras en un dibujo, un mapa mental, una síntesis, un ensayo, un escrito breve, una exposición, una publicación en redes sociales, entre otros medios de permitir que los estudiantes expresen lo que saben. Además eso ayudará a ser inclusivos con todos los estilos de aprendizaje y ritmos heterogéneos de los estudiantes.
- La calificación no debe ser otorgada sólo por el maestro: otros alumnos, docentes, los padres de familia, y el mismo alumno que está participando en el proceso de enseñanza-aprendizaje, deben tener la oportunidad de contribuir al análisis de los logros obtenidos. El maestro no debe monopolizar la evaluación, debe existir la coevaluación, heteroevaluación y autoevaluación, y considerarse al traducirlo en la calificación final.
- Las pruebas tipo test, cuestionario o conceptuales, no deben desarrollarse en un ambiente adverso. No estamos calificando que los estudiantes tengan “nervios de acero”, debemos preparar las condiciones para aplicar exámenes, hacer un repaso previo y clarificar las dudas si es necesario. Si bien no esperamos que “copien”, tampoco se trata de aplicar la prueba bajo amenazas, actitudes intimidantes y formatos imposibles de resolver.
- Usemos una mayor variedad de instrumentos para dar más oportunidades de que el alumno demuestre lo que sabe, ya que algunos formatos no son adecuados para la edad o para el tipo de contenido de aprendizaje que deseamos evaluar.
Equilibrar todos estos aspectos nos ayudará a ser más imparciales en el momento de emitir un juicio sobre los aprendizajes de los alumnos. Como docentes, no olvidemos que la evaluación, debe estar considerada desde el principio en nuestra planeación didáctica, y que cuando no consideramos que todos nuestros alumnos son diferentes, nuestra evaluación puede ser excluyente e injusta para algunos en particular.
Por la mala fama que tiene, la evaluación no es vista con buenos ojos por los alumnos (y precisamente somos los docentes los que transmitimos esa idea). Es difícil que un estudiante considere que el momento de evaluación, es una oportunidad para valorar lo logrado y aprender más. Por ello tenemos que idear mejores instrumentos y propiciar más reflexión sobre este proceso en los alumnos, de manera que no lo cataloguen como una ocasión que forma parte del resto de las actividades de aprendizaje, y no un tiempo de angustia y dificultad.
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