Una de las tareas más áridas para cualquier docente es la evaluación de los aprendizajes, porque ello significa tomar las actividades de enseñanza, saber qué impacto cognitivo han tenido en los estudiantes, y traducir esto a un sistema numérico o cuantificable. No suena simple, ¿verdad?
Además el reto de esta tarea, relacionada por siempre con la valoración, es también asegurar un proceso formativo. Esto quiere decir que la evaluación debe aportar información valiosa para que los estudiantes superen obstáculos para su aprendizaje, y a los docentes para mejorar los aspectos didácticos de su enseñanza, y por último, de manifestar justicia al reportar las calificaciones.
Combinar la preocupación de los docentes por el trabajo psicopedagógico y administrativo, con el impacto emocional que tienen los resultados numéricos en los alumnos y sus padres, es una de las tareas de este texto. Para ello, se propone que se elaboren “tareas auténticas”, es decir, situaciones donde realmente el estudiante perciba el vínculo de lo que aprende con lo que sucede en el mundo real, para que los parámetros de valoración tengan mayor validez y sentido.
El texto aporta ideas valiosas sobre el contenido de lo que se evalúa y la construcción de los criterios.
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