LOS TEMAS DE SIEMPRE: USAR LA BIBLIOTECA Y TRABAJAR CON PROYECTOS DIDÁCTICOS

Por Arelí  Santillán, asesora de Innovación y Asesoría Educativa AC

Trabajar en las aulas para leer más y mejor es un tema recurrente y complejo. Por ello quiero narrarles esta experiencia que espero brinde ideas a otros docentes, y sobre todo anime a pensar que, a pesar de tener muchos factores en nuestra contra, podemos promover la lectura por el placer de aprender.

Lo primero que les contaré, es que el compromiso de mejorar la comprensión lectora y la escritura no puede ser tarea solo del profesor de lenguaje, y es que mi experiencia se dio en una escuela secundaria, donde la división en asignaturas es un impedimento para trabajar en equipo. Mis alumnos eran de clase media, en una zona urbana difícil, como muchas, con violencia, pandillas y drogas.

biblioteca2Como la maestra de Español, tenía la fortuna de ver a los alumnos diario una hora, por lo que el contacto me permitía conocerles mejor, saber de sus habilidades, dificultades de aprendizaje y hasta problemas personales y familiares. Así que fueron varias circunstancias las que me movieron a realizar diferentes proyectos didácticos para mejorar mi enseñanza, y por tanto, lograr el aprendizaje en todos. Pero el motor principal fueron un grupo de 10 a 20 estudiantes, entre mis grupos de primero a tercero de secundaria, que evidentemente tenían capacidad, pero mostraban muchos problemas para leer y escribir, y por tanto, una autoestima muy baja.

Entre esos casos, por ejemplo, estaba una estudiante que siempre sufría burlas y mofas por ir despeinada, desaseada, por el poco interés que mostraba en su arreglo personal; sus padres se dedicaban a la venta de limones en mercados sobre ruedas (tianguis). Otro estudiante se caracterizaba por ser líder para molestar y promover el acoso a otros chicos, y por cierto tenía una altura descomunal; este chico tenía a unos padres muy interesados en ayudarle en su progreso académico, pero su trabajo de oficina les impedía estar con él todo el día.

Así que me animé a comentarlo con mis colegas docentes en la reunión mensual de consejo técnico escolar. Fue difícil. Porque siempre que alguien propone algo distinto, no se recibe apoyo de tus compañeros, sino miradas de “he aquí otro iluso que cree que puede cambiar al mundo”. Acababa de terminar el primer periodo de evaluaciones, y les mostré mi lista de estudiantes con dificultades, y les pregunté si también en sus asignaturas estos chicos tenían problemas o solo en la mía. No me sorprendió que tuvieran problemas en todas las materias.

Les comenté las cuestiones familiares y circunstancias personales de los estudiantes que consideré que estaban influyendo, y volví a recibir esas miradas acusadoras: “presume que ella sí los conoce y nosotros no”.  Y a continuación me dirigí a la subdirectora, y le dije que si nos autorizaba, podíamos repartirnos a todos los alumnos con dificultades, y hablarles por teléfono a casa cada día para ver cómo estaban, y saber si ya habían realizado la tarea. Claro, eso desató una gran discusión, y mucha molestia, “no podemos tener contacto personal con los alumnos fuera de la escuela”, “eso no es parte de mi trabajo”, “lo deben autorizar los padres”, “se puede prestar a otras cosas”. Yo insistí en que creía que lo que necesitaban esos estudiantes era atención, y que la llamada sería solo para preguntar si ya habían realizado la tarea. La subdirectora se me quedó viendo dudosa, pero finalmente me apoyó, y sugirió que solo participaran los docentes que estuvieran de acuerdo. ¡Qué importante que la autoridad de la escuela me apoyara! Acto seguido, se solicitó quién estaría dispuesto a ayudar…por un momento pensé (yo creo que la subdirectora albergaba también esa esperanza) que me quedaría sola. Pero el maestro de formación cívica y el de física también me apoyaron.

Así que al final de la reunión nos repartimos la lista entre los tres, redactamos los recados para que estos alumnos llevaran a casa y pidieran autorización para las llamadas telefónicas, y empezamos la tarea con mucha incertidumbre, pero convencidos de que no debíamos esperar a que estos chicos siguieran reprobando para hablar a sus padres, era el primer trimestre y estábamos a tiempo de hacer algo. Para nuestra sorpresa a nuestros alumnos les gustó mucho el asunto, la llamada era sencilla: “¿qué tareas tienes hoy?, ¿de qué materias?, ¿ya las hiciste?”. De nuestra lista conjunta de 45 alumnos, 22 mejoraron notablemente en la siguiente reunión.

Pero, ¿y el resto? Trabajar en proyectos no es sencillo, se trata de involucrar a todos en una meta común, y se deben usar muchos materiales para lograrlo. Lo que tenía a mi alcance era una muy buena biblioteca organizada muy bien, y hasta con bibliotecaria. Así qué, ¡manos a la obra! Tenía que abordar un tema sumamente árido para mis estudiantes de segundo grado: las variaciones lingüísticas del español en el tiempo y en las diferentes regiones geográficas. Revisar que la palabra chícharo  en Costa Rica se dice petipoa, y que conjugar los verbos con el pronombre vosotros es un anacronismo en México, pero persiste en Argentina, realmente no es divertido para mis estudiantes.

Así que decidí algo muy diferente a lo acostumbrado: que ellos lo hicieran todo. Investigar el tema, documentarlo, escribirlo, darlo a conocer y evaluarse. Así que clase tras clase los llevé a la biblioteca. La planeación previa fue ardua: ya tenía previsto que libros, volúmenes y materiales se consultarían cada ocasión, y que avance del proyecto tenían que realizar. La más enojada era la bibliotecaria, tan feliz que era de nadie la usara antes. También a mis compañeros les molestó al principio (no entiendo bien por qué, pero sospecho que no era justo que mis alumnos fueran felices de salir del aula y en sus clases no).biblioteca3

El proyecto general consistió en que entre todo el grupo elaborarían un mural sobre el tema que se pegaría en una de las paredes de la escuela, y que sería evaluado por el resto de la escuela, maestros y personal, mediante un buzón de evaluación, con criterios definidos por el mismo grupo. Es decir, esta vez, el maestro no pondría la calificación. Hacer un periódico mural parece un proyecto aburrido y trillado, ¿no? Les platicaré como lo trabajé con mis estudiantes. Para las visitas a la biblioteca les hice una lista de tareas a realizar, en las que les di libertad para ir avanzando, pero el apoyo de un cronograma y criterios, para que terminaran a tiempo en la temporada de evaluaciones:

  1. Trabajar en equipos con el mismo número de personas con tareas definidas de búsqueda, escritura, revisión, etc. en cada clase.
  2. Cada clase debían revisar los volúmenes, libros y ejemplares de la lista que les proporcioné, y al finalizar debían dejar todo en su lugar (siguiendo las reglas de la biblioteca).
  3. Cada clase se tenía previsto el trabajo a realizar:
    1. Explorar los tipos de texto que les propuse, revisar índices, qué tipo de información aportaban, qué ilustraciones tenían, etc
    2. Elaborar preguntas de investigación a contestar sobre el tema basándose en el libro de texto y el programa de estudios (sí, les di mi programa de estudios para que vieran lo que supone que debían aprender)
    3. Planear gráficamente cómo colocar la información en el mural y hacerlo atractivo para la comunidad.
    4. Revisar la ortografía, la redacción y la forma de presentar la información.
    5. Planear el formato de evaluación y criterios basándose en los propósitos o aprendizajes del programa.
    6. Invitar a todos sus compañeros de la escuela en el periodo de evaluaciones a visitar el mural y calificarlo. La calificación sería para todos los estudiantes la misma, siempre y cuando no estuvieran inactivos en su elaboración. Así que entre ellos vigilaron que nadie estuviera sin hacer nada.
  4. Les di un rol de responsabilidad particular a esos alumnos con dificultades. ¿Recuerdan esa chica toda desaliñada? Su tarea fue revisar la ortografía final de todo, así que recorría todos los textos, todo el tiempo, con diccionario en mano.

Cada clase había mucho movimiento, alumnos yendo y viniendo de la biblioteca al salón, discutiendo preguntas, escribiendo, también riéndose en los pasillos y usando muchos materiales para montar el mural (lentejuelas, plumas, tela, engrudo, tijeras, plumones, etc.). Haciendo mucho ruido, y trabajando mucho.

¿Qué pasó con tanta libertad? Algunos disgustos, la subdirectora calmando al resto de algunos compañeros que no les gustaba tanto movimiento. Pero también cosas muy buenas: los alumnos descubrieron y se empezaron a llevar otros libros por gusto para leer en casa, que no tenían nada que ver con el proyecto. Y a la bibliotecaria le empezó a gustar recibir tanta visita. Sobre todo porque los muchachos mostraban muy buena actitud. Mis colegas que cooperaron desde el principio conmigo en las llamadas telefónicas, también dejaron tareas de investigación breves con el uso de la biblioteca con estrategias similares, pues nos logramos poner de acuerdo, pero además se sumaron otros docentes (el de matemáticas y el de química).

También mi alumna con dificultades se cambió de corte de cabello y se ganó el respeto de sus compañeros revisando minuciosamente la ortografía de todo lo que se escribía. El mural quedó fantástico, los criterios de evaluación formal hechos por los alumnos, eran más estrictos que los que yo hubiera puesto, y estaban tan orgullosos del resultado, que invitaron al director a evaluarlos y eso ayudó mucho con su apoyo en futuros proyectos. De ahí en adelante, los alumnos siguieron visitando la biblioteca por placer.

Se cumplió algo muy importante: las expectativas que pones en tus estudiantes definen mucho lo que se sentirán capaces de hacer. Yo creí que serían responsables y trabajadores, sobre todo en mis alumnos con dificultades para leer y escribir, aprendieron mucho más de lo que esperaba de un tema que incluso a mí me parecía muy difícil y poco atractivo. Lo que siguió a esto fue mucho más: montamos una obra de teatro de Carballido, escribimos un poemario (¿recuerdan el alumno alto y violento?, pues resultó ser un gran poeta), construimos una casa del terror, leímos todos juntos Crónica de un secuestro anunciado de Gabriel García Márquez, y lo mejor, hacia el final del ciclo escolar, TODOS los maestros participaron voluntariamente en un MARATON DE CONOCIMIENTOS, con retos de educación física involucrados, como proyecto didáctico para dar oportunidad a algunos alumnos de no reprobar alguna materia, y donde participaron alumnos de todos los grados. El director tuvo que hacer algunas actividades por petición multitudinaria de los estudiantes que lo vitoreaban: “¡Qué lo haga el director! ¡Qué lo haga el director!”. Y así, el director rodó por las colchonetas, hizo hula-hula, y completó diez sentadillas enfrente de muchos divertidos y entusiasmados muchachos.

Durante el resto del ciclo escolar la bibliotecaria me preguntaba continuamente: ¿hoy no van a venir?

Author: Innovación y Asesoría Educativa AC

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